Identificamos a Batman por su
inconfundible capa y capucha negra -ésta le cubre gran parte de la cara-, unas
puntiagudas orejas –inspiradas en las de un murciélago- y el emblema de dicho
animal en el centro del pecho. Sin embargo, el cinturón, la señal, la cueva y
el traje son los cuatro elementos más característicos de este conocido personaje
de ficción. Aunque nunca han perdido su esencia sí que han ido evolucionando a
lo largo de su historia.
El cinturón es un complemento que
ya aparece en el primer cómic de DC
Comics en 1939, y es conocido por las cápsulas de gas asfixiantes que este
lleva. No obstante, en 1986 el diseño se simplifica y pierde la utilidad
primera que tenía, como arma defensiva, y pasa a ser un cinturón corriente,
amarillo, con una hebilla y alrededor suyo, unos cilindros. Pasados tres años,
en 1989, se rediseñó - manteniéndose hasta la actualidad- creando un estilo
militar y añadiéndole bolsas para que así el héroe pudiese almacenar
herramientas. Cabe destacar el toque
moderno que le dio Tim Burton en la última saga, y es que le añadió movilidad
al cinturón de manera que a Batman le resultase más práctico y rápido acceder a
los utensilios.
La señal de Batman es un
dispositivo luminoso en forma de murciélago que surge en una publicación de
1942, pero cuya utilidad no conocemos hasta la película de 1989, cuando el
protagonista hace entrega del signo a la policía de la ciudad para que lo
proyecten en el cielo siempre que le necesiten, y así él acuda a la llamada.
Originalmente, la cueva del
personaje era un túnel secreto subterráneo donde aparcaba el coche y almacenaba
alguna que otra herramienta. En 1943, los guionistas de la primera película
transformaron la sencilla cueva en un laboratorio al que se accedía a
través de un pasaje secreto que comunicaba con la casa de Batman. Esta
innovación se ha mantenido hasta las últimas películas, y se identifica como el
lugar en el que el protagonista deja de ser el hombre corriente que es para
transformarse en Batman, y donde habitan murciélagos también.
El traje es imprescindible en
todo superhéroe. En primer lugar, el color se ha mantenido a lo largo de la
historia, siempre lo recordamos oscuro, concretamente negro y con reflejos
azules. Así es como se diseñó ya en 1939. A partir de la década de los noventa se
introdujeron cambios significativos: pasó a ser completamente negro y se le
añadió una armadura que le daba un toque más profesional. En 1964, al conocido
murciélago en el centro del pecho de la vestimenta se le añadió una elipse
amarilla para resaltarlo. También, desde sus inicios el atuendo del
protagonista ha sido antibalas, aislante de electricidad y resistente al fuego.
Como se puede comprobar el
personaje ha ido evolucionando y adaptándose para no quedar obsoleto, y es que
es curioso como no pasa de moda un personaje que nació durante la primera mitad
del siglo XX, y hoy en día sigue más vivo que nunca.
Mireia Arribas Piqué
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